La radio del equipo de música saturaba la sala de torturas con los acordes de la marcha: "Mundial, la fiesta deportiva sin igual...". Era 1978, en alguno de los campos de concentración de la dictadura argentina. Así como la música era útil para tapar los gritos de los atormentados, el espectáculo basado en el fútbol debía servir al doble propósito de lavar la imagen internacional de los torturadores que gobernaban el país y de distraer a la población local.
La dictadura había hecho una importante cantidad de obras para instalaciones deportivas, comunicaciones y turismo, lo que iba a demostrar que "los argentinos, trabajando unidos somos capaces de grandes cosas".
Tres décadas y media después de aquel momento en la Argentina, Brasil se prepara para organizar el segundo campeonato mundial de fútbol de su historia. El gobierno de Brasil tiene un prestigio internacional que no requeriría de campañas especiales, pero ahora el mundial es un negocio de una magnitud enormemente superior, que justificaría para su realización el empeño de los cuantiosos recursos que una de las potencias mundiales emergentes no ha invertido en viviendas y servicios para buena parte de su población.
Y justamente allí aparece un problema que -sorprendentemente- asemeja a aquella dictadura genocida que sufrimos los argentinos, con el gobierno democrático, eficiente, progresista y exitoso del Brasil de hoy. Meses antes del inicio del mundial 1978, los militares argentinos, con el intendente de la capital federal brigadier Osvaldo Cacciatore como emblema, se propusieron quitar de la vista de propios y ajenos las barriadas de extrema pobreza que su política económica generaba. Así, a las "villas" y a los "villeros" se los demolió, se los tapió, se los expulsó, se los encarceló, se los transportó fuera de la ciudad, etc. Debían "desaparecer" de la vista de los ciudadanos y turistas a los que se ofrecía el espectáculo del fútbol mundial.
Las fotografías de la agencia France Presse muestran el momento de la expulsión de los pobladores de una de las tantas favelas "erradicadas" en el último año. Si bien el plan original promocionado por el gobierno que "sumó 20 millones de personas a la clase media" consistía en mudar a la gente a nuevas viviendas de mayor confort en sitios de mayor calidad urbana, hubo algunas fallas. Primero, los lugares a los que se intentó llevar a los "favelados" eran demasiado lejanos y aislados respecto de los lugares de trabajo, en un país que ofrece un transporte público reconocidamente malo y caro, según se reveló en multitudinarias protestas el año pasado. Luego, las viviendas construidas distaban mucho de lo prometido, no se acercaban a las que la gente había hecho con su propio esfuerzo. Finalmente, ni siquiera hubo viviendas, y los pobladores eran llevados a sitios precarios y provisorios en los que no sabían cuánto tiempo ni en qué condiciones debían permanecer. Así, los traslados, que siempre fueron más o menos compulsivos, en los últimos meses desembocaron en violentos desalojos que requirieron la intervención permanente de la policía militarizada y el uso de todos sus recursos represivos.
Numerosas organizaciones políticas, sindicales y sociales brasileñas denuncian que el factor principal que impulsa la celeridad y brutalidad empleadas en la expulsión de estas poblaciones, no es meramente un afán estético, sino un descomunal negocio inmobiliario que se prolongará mucho más allá del mundial y de los juegos olímpicos previstos para 2016. Se trata de una reurbanización forzada que va a transformar enormes porciones de la ciudad, de territorios residenciales donde habitan cientos de miles de personas a mercancías edilicias y de especulación inmobiliaria que serán mononopolizadas por un reducido número de capitales. Esta primacía del negocio no sólo no termina con las carencias históricas de los favelados, sino que las agrava y crea nuevas miserias.
Como los dictadores argentinos, el gobierno brasileño -cuyo prestigio internacional ya mencionamos- recibe el decidido apoyo de los más notables ejecutivos de la multinacional del fútbol. Por ejemplo, Michel Platini -otrora elegantísimo jugador, ahora despreciable gerente de la UEFA, mañana candidato a presidente de la FIFA- declaró respecto de los hechos que mencionamos: "Tenemos que decir a los brasileños que tienen el mundial y que están ahí para mostrar la belleza de su país y su pasión por el fútbol. Si pueden esperar al menos un mes antes de provocar estallidos sociales, sería bueno para todo Brasil y el mundo del fútbol. Rindamos homenaje a esta hermosa copa del mundo, que llega a Brasil para que sean felices".
El conocimiento popular da por descontado que tanto gobernantes como hombres de negocio suelen ser habitualmente hipócritas. Sin embargo, se sorprende a veces con el grado de cinismo y violencia que
muestran abiertamente en defensa de sus intereses y en contra del interés general.
Brasil2014-YoNoVoy from Nahuel Sarnoso on Vimeo.
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