miércoles, 28 de noviembre de 2012

Creando empleos con capacitación


¿Vos sos el nuevo? Te explico cómo es esto: nosotros distribuimos cerveza a unos 4 o 5000 negocios en esta ciudad, en las dos que están al Norte, y en la de enfrente. Desde las 10 hasta las 18, cada 10 o 15 minutos llega un camión con los vacíos. Cada uno trae 300 cajones, de marcas mezcladas, y tienen que estar estibados, por marca, antes de que llegue el próximo. Si no alcanzaste, dejás los que te quedan y vas a bajar el nuevo camión. Después estibás todo lo que llegó, más lo que te quedó del anterior, siempre clasificado por marca. A veces llegan dos o más camiones juntos, así que no te conviene que se te acumulen muchos cajones. Porque lo que te falte apilar y clasificar lo vas a hacer después de hora. Y acá no se pagan extras. Y envase roto, se descuenta del jornal, ¿está claro? Si no está claro, mirá este video: 120 cajones en menos de tres minutos. Si te ponés las pilas, hasta podés descansar cinco minutos entre camión y camión...

jueves, 22 de noviembre de 2012

"Te mereces ser violada antes de que tengas hijos terroristas"


Cuenta Rafeef Ziadah, poetisa palestina: "Escribí este poema mientras realizábamos una acción directa en mi facultad. (...) Me dije: seré únicamente palestina, no me comportaré como colona o soldado. Así que estaba sentada en el suelo y este hombre vino y me dio una patada en el estómago y me dijo:

"Te mereces ser violada antes de que tengas hijos terroristas"

En ese momento no dije nada, pero después escribí este poema, dedicado a este joven caballero:


Déjenme hablar mi lengua árabe
antes de que también sea ocupada.
Déjenme hablar mi lengua materna
antes de que también colonicen su memoria.
Yo soy una mujer árabe de color
y nosotras venimos en todas
las tonalidades de la ira. 

Lo único que mi abuelo siempre quiso hacer
era levantarse al amanecer,
mirar a mi abuela Nil
y rezar en un pueblo
escondido entre Jaffa y Haifa.
Mi madre nació bajo un olivo
en la tierra que dicen que ya no es mía.
Pero cruzaré sus barreras,
sus locos muros del apartheid,
y volveré a mi hogar.

Yo soy una mujer árabe de color
y nosotras venimos en todas
las tonalidades de la ira. 
¿Escucharon a mi hermana gritando ayer, 
cuando daba a luz en un control militar,
con los soldados israelíes
buscando entre sus piernas
la próxima amenaza demográfica?
A su hija la llamó Jenin.
¿Y escucharon a alguien gritar tras las rejas
mientras la gaseaban?
Estamos volviendo a Palestina.

Yo soy una mujer árabe de color
y nosotras venimos en todas
las tonalidades de la ira.
¿Me dices que esta mujer que hay dentro de mí
sólo te traerá tu próximo terrorista?
Barbudo, armado, pañuelo en la cabeza, negro.
¿Me dices que yo envío mis hijos a morir?
Pero esos son tus helicópteros, tus F-16...
¡En nuestro cielo!
Y hablemos un poco sobre este
negocio del terrorismo:
¿No fue la CIA la que mató a Allende,
y a Lumumba?
¿Y quién entrenó a Osama en Afganistán?
Mis abuelos no vestían como payasos
con capas blancas y gorros puntiagudos
para linchar a personas negras.
 
Yo soy una mujer árabe de color
y nosotras venimos en todas
las tonalidades de la ira.
¿Preguntas qué hace esta mujer oscura
gritando en la manifestación?
Disculpa, ¿no debería gritar?
¿Olvidé ser cada uno de tus sueños orientales?
El genio de la botella,
la bailarina del vientre,
la chica del harén,
la voz suave,
mujer árabe,
sí amo,
no amo,
gracias por los sandwiches de manteca de maní
que nos lanzan desde los F-16, amo.
Sí, mis libertadores están aquí
para matar a mis hijos,
a los que luego llamarán
"daños colaterales".

Yo soy una mujer árabe de color
y nosotras venimos en todas
las tonalidades de la ira.
Así que déjame decirte
que esta mujer que habita dentro de mí
sólo te traerá tu próximo rebelde.
Ella llevará una piedra en una mano
y la bandera palestina en la otra.



Yo soy una mujer árabe de color.
Ten cuidado,
ten cuidado.
Mi ira.

                                     (Rafeef Ziadah, Shades of anger)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

"Con odio y a secas"


Es comprensible: ¿cómo el Zonzo ha de atreverse? Me recuerda a un amigo que, al hablar de casos como este, siempre sentenciaba: "Si buscás ‘pelotudo’ en el diccionario, dice ‘tipo que sale con la mina mejor, o con la mina que a nosotros nos gusta’. Eso es lo que, en forma sucinta y a la vez minuciosa, dejó anotado Crisanto Domínguez en El Zonzo...

Un desconocido
Llegó una mañana
Buscando un trabajo.
Le gustó la estancia
Y habló al capataz,
Como hiciera falta,
Entró de mensual
En "La Malacara".
Con ninguno nunca
Cambió una palabra.
Era tan poquita
Cosa que en la estancia
Lo apodaron todos
El Zonzo Miranda.
Pasaron los meses
Y nunca por nada
Supieron la historia
Del Zonzo Miranda.
Hasta que el boyero
Cierta madrugada
En rueda de peones
Dijo estas palabras:
Anoche muy tarde,
Yendo a buscar agua,
Vi a la patroncita
Detrás de la casa
En los mismos brazos
Del Zonzo Miranda.
Y desde ese día
Toda la peonada
Le dice, con odio
Y a secas, Miranda.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Algunas funciones más que la mera motricidad


Im-pre-sio-nan-te artículo de Juan Forn en Página/12 del 2 de noviembre. El arte es una cosa inclasificable, indomeñable, más allá de la heroicidad o del arrugue de uno u otro artista. Porque el arte es ese impulso que circula por nuestro sistema nervioso para recordarnos que tiene algunas funciones más que la mera motricidad, aunque eso pudiera costarnos la vida...     






Sentencia de muerte en 16 versos

Todo empezó con aquella foto de Stalin mostrando su amor por la lectura, una sesión de rutina con el retratista Nappelbaum que pasó insólitamente todos los filtros y, cuando estuvo colgada en cada aula soviética, desató risas por lo bajo: el Gran Educador necesitaba seguir con el dedo las líneas que leía. El poeta Ossip Mandelstam dio entonces su famoso paso en falso. Compuso un epigrama que recitó en una reunión de amigos, para espanto de Boris Pasternak, que le dijo: “Eso no es un poema. Es un acto suicida, una sentencia de muerte en dieciséis versos. Tú no me has recitado nada y ese poema no existe”.

El poema en cuestión era el “Epigrama contra Stalin” (“Tus bigotes de cucaracha, tus dedos como gordos gusanos”) y, aunque el propio Mandelstam reconocería que eran versos facilones comparados con su excelso promedio habitual, no pudo resistir la tentación de recitarlos de nuevo en los días siguientes, hasta que alguien le fue con el cuento a Stalin y, en medio de la noche, se presentaron tres agentes del NKVD en su departamento.

Se tomaron su tiempo para revisarle todos los papeles. Anna Ajmátova estaba ahí, junto a Mandelstam y su esposa Nadezda. Había ido de visita sin avisar y sus anfitriones no tenían nada que ofrecerle. Con unos pocos kopeks en el bolsillo, Mandelstam bajó a conseguir algo y sólo logró agenciarse un huevo duro, que seguía sobre la mesa cuando los agentes del NKVD dieron por terminada su búsqueda cerca del amanecer, sin haber hallado el epigrama (Mandelstam había tenido al menos la prevención de no ponerlo por escrito), y se llevaron el poeta a la Lubianka. Ajmátova puso en su mano aquel huevo duro cuando se despidió de él. 

Dice la leyenda que lo quebraron sin tortura física (“Usted mismo ha reconocido que es bueno para un poeta experimentar el miedo. Se lo haremos experimentar con plenitud”). Dice la leyenda que fue el propio Mandelstam quien les dio de puño y letra la única transcripción que lograron tener del poema.

En el ínterin, Bujarin había intercedido ante Stalin (“Hay que ser cautelosos con los poetas; la historia está siempre de su lado”) y tiene lugar la famosa llamada telefónica nocturna de Stalin a Pasternak. El Padrecito de los Pueblos le pregunta a quemarropa a Pasternak si Mandelstam muestra o no maestría en el poema en cuestión. Ese no es el punto, dice Pasternak. Cuál es el punto entonces, pregunta Stalin. Estamos hablando de la vida y de la muerte, dice Pasternak. Stalin le contesta con sorna que él hubiera sabido defender mejor a un amigo y cuelga. Pero la sentencia fue “vegetariana”, para los tiempos que corrían: tres años de destierro, primero en Cherdyn y luego en Voronezh. La orden de Stalin había sido: “Aísleselo pero presérveselo”. 

Nadezda recibió permiso para acompañar a su marido y lo alojaron en un pequeño dispensario rural (un médico, una enfermera) donde el desterrado intentó suicidarse tirándose por la ventana de un segundo piso. Oía voces, creía que Ajmátova había sido arrestada por su testimonio, no lograba recordar qué había confesado, a cuántos había incriminado. Después pasó a creer que aquella caída del segundo piso le había devuelto la cordura (“Me quebré un brazo y recuperé la razón”).

Mandelstam escribió entonces su “Oda a Stalin”. La leyenda se bifurca en este punto: hay quienes creen que lo hizo para congraciarse con el tirano y hay quienes dicen que Stalin se lo ordenó. Joseph Brodsky dice que da igual: lo que importa es el desequilibrio inquietante de esos versos, que los censores no supieron cómo tomar (“Si me despojan del derecho a respirar y a abrir las puertas / Si me tratan como un animal y me dan de comer en el suelo / Yo anudaré diez cabellos en mi voz y en la profunda noche / Susurrará Lenin en medio de la tormenta / Y en la tierra que huye de la putrefacción / Stalin despertará la razón y la vida”). Esa es la función de la poesía, según Brodsky: moverle el piso a quien lee. Eso pasó con los censores, que terminaron pidiendo a la todopoderosa NKVD “una solución al caso Mandelstam”. La solución fue expeditiva: cinco años de condena en Siberia.

No llegaron a ser ni seis meses. Cuenta Varlam Shalamov en los Relatos de Kolymá: “Sus compañeros de barraca ocultaron su muerte dos días para quedarse con su ración de pan, de modo que sepan los futuros biógrafos que el poeta murió dos días antes de su muerte”. En su libro Contra toda esperanza, Nadezda Mandelstam cuenta que a su marido le gustaba repetir en el destierro dos frases que ella detestaba por igual. 

Una decía: “No hay que quejarse; vivimos en el único país que respeta la poesía; matan por ella”. La otra era: “La muerte de un artista no es su fin sino su último acto creador”. Más de medio siglo después, cuando aquella hoja redactada en letra temblorosa por Mandelstam fue exhumada de los archivos de la KGB, se descubrió que la memoria colectiva había ido deformando para mejor el epigrama, año a año, a medida que pasaba de boca en boca, para preservarlo del olvido.