martes, 22 de enero de 2013

Bloody Mary Rubinke

Un cutis de porcelana, mire


Esta artista danesa tiene la profunda sospecha -o quizá debiéramos decir la firme convicción- de que el mundo no es exactamente como lo vemos los que creemos en la bondad del Papa, en la belleza de Barbie, en la calidad literaria y la profundidad filosófica de Paulo Coelho, y en que el Estado está para garantizar el bien común. Ella dice que eso es tener pajaritos en la cabeza.



María más bien pertenece a un culto que acusa a la estética estático-naif de la porcelana de ser una pantalla para ocultarnos algunas realidades un poquito más violentas, levemente más sádicas, que también pueden contener una pizca de pornografía, "entre el deseo y el tabú", según declara la propia autora. La chica rompe esa sensación de nada perfectamente equilibrada que ilustra la porcelana y ama nuestro cerebro homerosimpsoniano. Y no sólo nos desequilibra, sino que además nos muestra que abajo no hay una red que amortigüe la caída, sino un abismo de locura, abriéndose tranquilamente en el centro de mesa, en la repisita del living, en la cómoda al lado del Rexona que dejamos olvidado cuando salíamos apurados para el laburo.           

Por supuesto, esta transformación que la María Rubinke hace del carácter de esos encantadores bichitos blancos y pasivos que alguna vez fueron el sine-qua-non de la decoración hogareña, te hace temblar algo adentro, allá, en el fondo de nuestras certezas de que alguna vez everything will be fine.


  


jueves, 17 de enero de 2013

"Esbelta de edificios uniformes, sucia de baldíos"

¿Qué decir de un prosista de prosapia como Juan Filloy? Todo lo que pretenda agregar a su talento elegante, milimétrico y constante, podría ser usado en mi contra, por contraste. Miren este fragmentito de Caterva, donde a su paso por Córdoba "los mendigos muestran joyas a los ciegos de la esquina"...   



"Llegaron al bar L`Aiglon por la Avenida Olmos. Vetusta por un lado, desigual por el otro. Ríspida de muros dentellados, al principio. Esbelta de edificios uniformes, al centro. Sucia de baldíos ahogados de afiches, al final.

"Toda Córdoba era así: doble faz, doble expresión, como el atleta que llora y ríe de Scopas. Rémora y progreso. Beata agazapada tras la reja española y flapper en traje de baño que propaga su encanto. Ranciedad y plein air. Propaganda de vírgenes y piletas...

"Habían contemplado desde la terraza del Parque Sarmiento la sky-line de la ciudad. Y quedaron taciturnos: desigualdad. Desequilibrio. Desarmonía. Iglesias insolentes rodeadas de casuchas de barro. Molinos enormes rodeados de ranchos de lata. Palacios modernos rodeados de casonas de teja... les desagradó esa perspectiva quebrada y horrible: compases huecos y volúmenes. De presencias y sombras. De ritmos que saltan de la opulencia a la miseria.

"Y repudiaron categóricamente su perspectivismo absurdo y angustioso: sobre todo el que patentiza la voluptuosidad y el lujo de la religión -en las cúpulas brillantes como senos de bayaderas y los altares recamados con adornos que valen millones de hambres- dominando los tendones lacios de cemento de fábricas, mercados y talleres...

"Anduvieron después por plazas y calles. Ciudad grasosa de frailes obesos. Ciudad enteca de enfermos sin cama. Ciudad avispada de chicanas y arzobispada de dogmas. Les dolió la tozudez de bronce de los próceres locales y la ausencia de estatuas, exceptuando San Martín  de los grandes operarios de la nacionalidad. Toda Córdoba era así: contrastes, sin nexos en el contrapunto. Incongruencias, sin unidad en lo opuesto. Algo irrefregablemente contradictorio...

"Vieron la pacotilla colonial de un arte espurio, que se pretende jerarquizar como valores eternos y oponer al avance de los módulos nuevos que urgen a la vida. Las teologías estupefacientes del siglo quince, que se procura inyectar todavía, estando las almas inmunes al error y la fe. Y la antigualla de barro de claustros y museos, que solo valen para documentar el fetichismo ambiente, puesto que no tienen la dignidad de lo antiguo ni la vejez de lo digno...

"Vivieron horas amargas, decepcionantes. ¡No era posible! ¿Dónde estaba la atracción que enfatizan los prospectos de turismo? ¿Dónde la belleza que velis nolis incrusta en los ojos la propaganda de los ferrocarriles? ¡Nada! Toda Córdoba era así: abolengo y sans façon. Doctoralismo y usura. Rezos y cocaína. Ciudad atascada de conventos y clandestinos. Ciudad que aspira a elevar su columna mental soplando por la espita universitaria... y no consigue que su espíritu se vea fuera del cerco de las barrancas. Ciudad aplastada por el marasmo burocrático, el olor a santidad del vicio y el tufo de las congregaciones...

Tácitamente, ya  habían dispuesto irse. Abandonar esa olla de sofocaciones de toda índole..."

Relacionado: El meticuloso Juan Filloy