lunes, 12 de febrero de 2007

Monos castigadores


Un grupo de antropólogos, etólogos y otros científicos encerró cinco orangutanes en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas.

Cuando un mono subía a la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo bajaban y lo agarraban a palos. Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas, que eran repuestas cada día frescas y aromáticas.

Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo el orangután nuevo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, que le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera. Un segundo mono fue sustituido y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos, fueron sustituido.

Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca habían recibido un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas. Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban al que intentaba subir la escalera, con certeza la respuesta sería: "No sé. Las cosas siempre fueron así aquí".

Dátis decuestión, señorita. ¿Nunca escuchó decir "dátis decuestión"?

sábado, 3 de febrero de 2007

Subway bungee jumping


La escena, en el subte, el 19 de enero, tipo 6 de la tarde: un señor que ha salido de La Plata rumbo a Retiro pa tomarse el micro al Chaco, va pacíficamente sentado junto a una ventanilla. Redepente, estación San Juan, sube un grupito de pibes, seis, de 14 o 15, con aspecto de fascinerosos de clase media. Contrariamente a cualquier expectativa del prejuicioso platense, q ve delincuentes juveniles por todos lados (se está poniendo viejo, muy viejo), los péndex no se dirigen ni molestan a ningún pasajero. Un par de ellos se para en el marco de la puerta, y cuando el automático manda el cierre, ponen los pies entre las dos hojas, impidiéndolo parcialmente. Luego, apenas pasada la estación, fuerzan la apertura y uno de ellos, el más bajito, aunque no el menos imponente, se tiende de espaldas en el piso y asoma media cabeza fuera del vagón, dando unos alaridos aterradores, ante la vista risueña de sus colegas. Alguien q logra superar la violenta sorpresa se levanta como para auxiliarlo, o algo así, pero entonces los dos pibes q aguardaban más lejos del marco de la puerta lo paran y le dicen q se siente donde estaba, con gesto casi amable. Sigue el alarido, ahora acompañado por algunas carcajadas de los custodios del deportista suicida, así hasta entrar en Independencia, donde se paran y adoptan correctísima actitud. Al salir de la estación, recomienza el show de terror sports, con la gente asustada, espantada, encantada, hipnotizada, cualquier cosa menos indiferente. En Piedras, con los seis ya de pie a los lados de la puerta, suben tres vigilantes que los encaran en forma directa y autoritaria: -A ver, pibes, ¿qué hacen? –Nada, ¿por?-, la réplica del protagonista del bungee jumping subterráneo. –Se bajan, ya-. Y el vigi más grosso los pecha en dirección al andén, mientras el otro toma a uno de ellos con el tradicional estilo mevatenerqueacompañar. Entonces el subte parte, y sólo veo a los canas q arrean, a patadas, a los pibes hacia una salida. Buscando emociones fuertes y novedosas, los chicos pueden haber hallado una más tradicional... y más violenta.

viernes, 2 de febrero de 2007

Estratagema 29

Si uno se da cuenta (véase la estratagema 18) de que le están derrotando, se realiza una diversión: es decir, se empieza a hablar de repente de algo completamente distinto como si estuviera relacionado con el asunto y fuera un argumento contra el adversario. Esto se hace con cierto comedimiento cuando la diversión aún tiene algo que ver con el thema quaestionis; desvergonzadamente cuando sólo ataca al adversario y no atañe en absoluto al asunto.

Por ejemplo, yo elogiaba el hecho de que en China no existiera una nobleza de cuna y que los cargos sólo se proveyeran en virtud de examina. Mi adversario afirmó que la erudición capacitaba para los cargos tan poco como las prerrogativas del nacimiento (que él estimaba). Las cosas se le pusieron difíciles. Inmediatamente, introdujo la diversión de que en China se aplicaban castigos corporales a todos los estamentos, cosa que relacionó con el hecho de que se bebiera mucho té, y recriminó ambas cosas a los chinos. Quien entrase en todo esto se dejaría desviar y permitiría que le quitaran de las manos la victoria ya conquistada.
La diversión es desvergonzada cuando abandona por completo el asunto quaestionis y empieza diciendo: "Sí, pero por otro lado hace poco usted afirmaba etc., etc.". Este caso se incluye en cierta medida en el "personalizar", del que hablaremos en la última estratagema. Tomado en sentido estricto, es un paso intermedio entre el argumentum ad personam, que examinaremos allí, y el argumento ad hominem.

Toda disputa entre gente vulgar muestra hasta qué punto es, digamos, innata esta estratagema: cuando, por ejemplo, uno le hace a otro recriminaciones personales, éste no responde refutándolas, sino haciendo a su vez recriminaciones personales al primero e ignorando las que le han hecho a él mismo; lo que es tanto como admitirlas. Actúa como Escipión, que no ataca a los cartagineses en Italia, sino en África. Es posible que en la guerra a veces sea apropiada una diversión semejante. Al disputar es mala, puesto que se dejan sin respuesta las recriminaciones recibidas y los oyentes conocen cuánto de malo tienen ambas partes.

Al discutir se puede utilizar, faute de mieux [a falta de algo mejor].



Arthur Schopenhauer,
El arte de tener razón, expuesto en 38 estratagemas
Imagen tomada del blog de Pablo Bravo Hurtado en http://www.buenvivir.org