jueves, 30 de agosto de 2007

De Quincey, la conciencia, y la medida de lo posible

Borges dijo que debía muchísimo a De Quincey y que no destacaba ningún aspecto de la obra del escritor inglés, porque si señalara algún título parecería que desechaba o repudiaba otros. Y dijo también que de él aprendió que a nuestros ojos los asuntos menores del universo han de ser espejo de los mayores. Quizá se refería a parráfos como éste:

... era uno de esos profesionales anómalos de los estadios más bajos del derecho que -¿cómo decirlo?- por razones de prudencia o de necesidad no se permiten el lujo de disfrutar de una conciencia demasiado delicada (sería posible abreviar mucho la perífrasis, pero eso lo dejo a gusto del lector); en muchos oficios, una conciencia significa una carga más onerosa que una esposa o un coche; y así como la gente habla de "deshacerse" de sus coches, me imagino que mi amigo el señor ... se había deshecho de su conciencia durante un tiempo, sin duda con la intención de volver a poseer una en cuanto le fuera posible.




Thomas De Quincey, en
Las confesiones. Suspiria de profundis